Desborde vehicular en una ciudad sin frenos
Movilizarse dentro de la ciudad de Lima es, en definitiva, muy tedioso, puesto que las principales vías están altamente saturadas por la gran cantidad de vehículos en circulación. En otras palabras, el parque automotor se encuentra colmado en exceso. Un ejemplo claro se aprecia en la concurrida avenida Javier Prado, una de las más extensas en Lima, por la que ya en el 2011 transitaban más de 15 000 vehículos por hora, según indicación del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC). Según Saavedra (2014), basado en la información del MTC, en el año de su investigación circularon aproximadamente en la ciudad alrededor de 1 millón y medio de vehículos. Esta estimación representa más del 65% del total nacional. En el presente texto, se explicará de qué manera el incremento del parque automotor ha contribuido al caos vehicular en la metrópoli.
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En primer lugar, la flexibilización en la importación vehicular influyó decisivamente en su crecimiento. El Decreto Ley N° 25789 del año 1992, firmado por el entonces presidente Alberto Fujimori Fujimori, otorgó una serie de facilidades arancelarias para la importación de vehículos usados. En nuestra capital, y en el resto del país, empezaron a circular, como una invasión, custers, buses y combis de segunda mano. Con su aplicación, el parque automotor alcanzó un alza del 80% respecto de las dos décadas anteriores. Paralelamente, y de modo creciente, se inició la llegada de una nueva flota vehicular, de fabricación más reciente. Esta fue favorecida por la liberalización del comercio vivida desde ese entonces bajo el mecanismo de la reducción de aranceles. De acuerdo a Méndez (2017), con estas medidas se intentó solventar la creciente demanda de la población. En segundo lugar, la mayor capacidad adquisitiva de los pobladores limeños generó, a su vez, el incremento vehicular. En términos generales, se había producido en el país, especialmente en Lima, una mayor expansión de la clase media y, al mismo tiempo, un marcado interés de amplios sectores por diversificar sus ingresos a través de los servicios de transporte público y de autos particulares. Este fenómeno social y económico contribuyó a que los ciudadanos, junto a la demanda por un techo propio, incluyeran también como meta el poseer un auto propio, ya que este no era sinónimo solo de confort, sino también un indicador de un mejor nivel de vida. Asimismo, un factor importante en las adquisiciones de vehículos ha sido el acceso al crédito bajo diferentes modalidades, completándose con este componente el círculo de oportunidades para el poblador limeño en este tipo de mercado. Según Astrada y otros (2014), con base en información proporcionada por la Asociación Automotriz del Perú (AAP), a lo largo del año 2013, los créditos otorgados por los bancos para la compra de motorizados alcanzaron la suma de 707 millones de dólares americanos.
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En conclusión, el incremento del parque automotor en Lima ha traído consigo el aumento de la congestión vehicular. Dos hechos intervienen en este problema. Por un lado, la flexibilización en las importaciones de vehículos de todo tipo que dio pie a un crecimiento desmedido. Por otro lado, la mayor capacidad adquisitiva de la población agudizó, también, esta problemática. Frente a esta situación, es recomendable adoptar diversos tipos de medidas. Estas parten de una planificación urbana más racional y eficiente, la mejora o el rediseño de las vías existentes con el fin de facilitar el flujo vehicular, la educación ciudadana de respeto a las normas, hasta medidas más específicas, como la ya iniciada política de chatarreo municipal, mejor conocida como “Bono de chatarreo”, a fin de renovar y, en el mejor caso, disminuir la flota vehicular actual.
M. Palacios